lunes, 6 de agosto de 2007



i love you for a hundred thousand reasons,
but most of all i love you because YOU are YOU

Ser


Quisiera ser listo para entender, hábil para actuar, justo para decidir, ágil para interpretar, decidido para emprender, sereno para reflexionar, avispado para elegir, realista para claudicar.
Pretendo ser un tipo íntegro, consecuente, digno y libre. Y cuando me equivoco maldigo mi torpeza, mis decisiones y mis actitudes. La intensidad con la que soy capaz de sentir, de desear, de vivir… es en ocasiones un lastre que torpedea mi objetivo de búsqueda de los momentos felices que alguien debió dejar esparcidos y ocultos para dificultar su disfrute compartido. Camino de la mano de la locura tropezando a diario con mi propia impotencia para comprender lo evidente. Y provoco dolor inevitable.
No pienso derramar una lágrima más ante el fracaso evidente de un empeño prometido si este llega a producirse. Me escuece mi propia tontería, me avergüenza la impertinencia de alguno de mis pensamientos. No quiero ser prisionero impasible de mis propias carencias.

Quisiera


Quisiera hablar del amor, de esas palabras que tiemblan, de miradas y de sueños… pero hoy quizá ya no puedo. Quisiera hablar de esos ojos, de esas manos y esos gestos, de un olor y mil deseos, de una flor que lleva el viento. Quisiera hablarte de amor, y también hablar de sexo…, de tus labios, de tu cuerpo, mas esta noche… no puedo. Quisiera decir mil cosas, saborear mil recuerdos, acariciar mil pasiones… tragarme contigo el tiempo. Quisiera hablarte, mi amor, quisiera darte el silencio, robarte todos tus besos… pero ¿sabes? hoy no puedo… Quisiera cantar mil versos, escribir mil y un te quiero, quisiera y no puedo hacerlo, porque esta noche… te tengo.

El Lado Absurdo



A ratos me paro, me detengo. Y sólo pienso. En medio de toda la algarabía, el gentío, el trabajo… mi mente se desconecta de lo inmediato, de lo presente… y sólo pienso. A ratos mi pensamiento se dirige al lado absurdo, un tanto injusto, de la vida. Quizá también al lado triste. Y entonces añoro aquello de lo que siempre más carezco: la lucidez.