
A ratos me paro, me detengo. Y sólo pienso. En medio de toda la algarabía, el gentío, el trabajo… mi mente se desconecta de lo inmediato, de lo presente… y sólo pienso. A ratos mi pensamiento se dirige al lado absurdo, un tanto injusto, de la vida. Quizá también al lado triste. Y entonces añoro aquello de lo que siempre más carezco: la lucidez.
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