
No puedo respirar, no puedo respirar cuando tú me miras. Y juro que daría lo que fuera porque esto no fuera así, pero no puedo.
No puedo seguir así, con esta agonía que me mata por dentro, con esta angustia que no me deja vivir.
Y te juro que me duele, de echo a veces me falta el aire, sobretodo cuando te acercas a mí.
Cuando me rozas, cuando me miras, cuando susurras que soy lo mejor y que tendría que encontrar a alguien...
Cuando todo esto pasa, te juro que las mariposas esas de las que tanto se habla, esas mariposas que te remueven el alma por dentro, te juro que las siento.
Y no fue casualidad, o quizás sí, pero la cuestión es que llegaste en el momento justo para enseñarme que sonreír, era el mayor de los dones, que escribir, el mejor de los pecados y tu boca, lo prohibido.
Todo sigue, todo cambia, nada sigue igual, pero todo está en orden. Está en orden hasta que te vuelva a desbaratar la vida, hasta que te vuelva a mirar a la cara y sepas, que tras esos ojos color café, existe algo más que una mirada envuelta en una dulce sonrisa.
Para cuando eso llegue, espero estar rematadamente loco por ti, para poder sentir, para poder decirte que existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés, y que realmente creo que tú existes, porque yo pienso, escribo y siento, para ti.
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