
Siempre quisiste tocar el cielo con la punta de los dedos sin que el sol te quemara las alas. Pero ella seguirá en la azotea, y tú nunca estuviste a su altura.
Pero no olvides jamás lo que a mi me costó toda una vida aprender. Sólo tenemos un corazón, y hay que serle fiel.
Por mil razones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario